Civil War | Crítica

La fórmula de oro del cine comercial: alta calidad técnica y artística, gran espectáculo e ideas

Kirsten Dunst es una de las protagonistas de ‘Civil War’.

Kirsten Dunst es una de las protagonistas de ‘Civil War’. / D. S.

Quizás por haber sido ininterrumpidamente una democracia desde su fundación a la ficción estadounidense le gusta jugar con la idea de que, al igual que en casi toda Europa salvo el Reino Unido durante el siglo XX, un poder oscuro y amenazador quiebre la democracia americana. En la muy trumpiana –pese a publicarse en 1935– Esto no puede suceder aquí Sinclair Lewis imaginó que unos Estados Unidos hundidos en la miseria tras la depresión del 29 eligen como presidente a un senador populista que, prometiendo prosperidad y patriótico retorno al orden y los valores tradicionales, impone una dictadura. En La rebelión de Atlas Ayn Rand imaginó que se enfrentan el individualismo capitalista ultraliberal y el colectivismo estatalista. En La conjura contra América Philip Roth imaginó que en las elecciones de 1940 el aviador Lindbergh gana la presidencia a Roosevelt, pacta con Hitler y desata una persecución antisemita. En El hombre en el castillo Philip K. Dick imaginó que, tras morir asesinado Roosevelt, Estados Unidos no entra en la guerra que ganan Alemania y Japón invadiendo y repartiéndose el país. En La carretera Cormac McCarthy imaginó unos Estados Unidos –en este caso más símbolo de la humanidad que del propio país– arrasados por un indeterminado cataclismo quizás bélico que ha instaurado una bárbara supervivencia del más fuerte.

Mucho de estas distopías americanas hay en esta película, unido al trauma –o mejor: el fantasma– de la Guerra de Secesión (1861-1865) que enfrentó a los estados del norte –la Unión– y los del sur –la Confederación– y a punto estuvo de romper la unidad fundacional de 1787, por lo que se suele considerar el segundo nacimiento de los Estados Unidos. Distopías y Guerra de Secesión coinciden en plantear, a través de la ficción o la historia, el peligro que amenaza a la que, junto a la inglesa, es la democracia más estable, ininterrumpida y longeva del mundo: la ruptura de la unidad constitucional, símbolo supremo de la unión entre quienes, desde su origen, conviven en un país multirracial, multiconfesional y multicultural. Alex Garland, sin citarlos más que como referencias indirectas, evoca esas pesadillas distópicas y ese trauma histórico como si los convocara la sombra del asalto al Capitolio por seguidores de Trump el 6 de enero de 2021. Nunca en la historia de los Estados Unidos había sucedido algo así. El Capitolio solo ha sido asaltado en 1814, pero no por estadounidenses, como sucedió en 2021, sino por ingleses durante la guerra anglo-estadounidense (no deja de tener su punto irónico que sea un inglés, el guionista y director Alex Garland, quien ahora escriba y filme su segundo asedio).

Con inteligencia en la escritura del guión, eficacia en la puesta en imagen y habilidad comercial en la hibridación de géneros, Garland ha logrado revestir de oportuna reflexión y llamada de atención política en un momento de grave fractura social y crisis política estadounidense una muy espectacular y violenta película de acción bélica no exenta de importantes ideas. Es como si Asalto al poder se trufara con un estilo visual no por más serio, realista y severo, menos atractivo para el gran públicopor su espectacular violencia, dotándolo de un discurso más de ideas que ideológico sobre el peligro de los extremismos capaces de romper el consenso constitucional sobre el que esta nación descansa. No es, por supuesto, un juguete bélico trufado de efectos especiales como aquella película de Emmerich. Pero tampoco renuncia, todo lo contrario, al espectáculo que asegura el taquillazo. Es esta una inteligente habilidad ya demostrada por Garland como guionista –28 días y Sunshine de Danny Boyle, Dreed de Trevis– y como director tras su brillante debut con Ex Machina (2014) a la que siguieron las también brillantes e inteligentes muestras de buen cine comercial Aniquilación (2018) y Men (2022). En todas ellas este inglés recupera lo que fue la clave de la edad de oro de Hollywood: fundir en un único producto alta calidad técnica y artística y comercialidad, ideas y espectáculo. En Civil War lo lleva a su más perfecta expresión logrando unir a la crítica y al público y dándole a su productora, A24, el mayor éxito de su historia de éxitos.

Garland reviste de oportuna reflexión una violenta y espectacular película de acción bélica

Como en la Guerra de Secesión, varios estados del sur –Texas, Florida, California– han desatado una guerra civil y avanzan sobre un Washington en el que resiste un presidente que, a diferencia de Lincoln, ha perdido toda legitimidad democrática. El tono pesimista no diferencia entre buenos y malos: todos se han sumido en una espiral de brutalidad. El mal es la polarización irracional capaz de enfrentar con la mayor violencia y crueldad a quienes fueron conciudadanos. El punto de vista adoptado como hilo narrativo es el de cuatro periodistas que viajan hacia la capital a través de un territorio arrasado en el que se ha desatado una violencia bestial. Tan oscura la espléndida dirección fotográfica de Rob Hardy –colaborador de Garland en todas sus películas– como sombría la banda sonora electrónica de Geoff Barrow y Ben Salisbury –también cómplices creativos del director–, la conjunción entre ambas logra una atmósfera cerradamente opresiva en la que quizás haya alguna influencia, además, entre otras, de La carretera (la excelente adaptación de Hillcoat de la novela de MacCarthy), de Apocalypse Now: al fin esta película es también un viaje hacia el corazón de las tinieblas. Espléndido todo el reparto, por breve que sea su papel, caso de la escalofriante intervención de Jesse Plemons.

La visión de esta película en Estados Unidos, corriendo los tiempos que corren, debe ser, si no traumática, al menos preocupante. Aunque también morbosamente atractiva. Quizás esta combinación, al igual que la de cine de calidad con ideas y super espectáculo bélico, sea la clave de que allí lidere la taquilla.

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